Bachilleratos populares en La Plata: De la exclusión al aprendizaje

26 abr 2011 0 COMENTARIOS

Diario Diagonales, 11/04/011


Nacieron al calor de la crisis del 2001 y ganaron su primera y principal pulseada en 2007: el Estado las registró en su condición de instancias educativas genuinas y les proporcionó la capacidad de expedir título secundario oficial. Funcionan desde 2003 en fábricas recuperadas y bajo el cobijo de organizaciones sociales que los instalaron en el barrio ante la demanda de la población. Los bachilleratos populares se fundaron para suplir la falta de educación para adultos excluidos del sistema por no tener recursos para el transporte, por tener que salir a trabajar o tener que mantener a una familia. Con horarios accesibles -semanas de cuatro días hábiles, horarios nocturnos, flexibilidad en el régimen de inasistencias y emplazamiento en el corazón de los barrios- y una modalidad educativa atípica: la horizontalidad como principio básico. Con un centenar de adultos estudian en La Plata con esta nueva posibilidad.


BARTOLINA SISSA. José tiene 18 años y ya está en segundo año del “bachi”. Vive a la vuelta, que es más un aliciente que mera comodidad: “este bachillerato me permite contar con tiempo para ayudar a mi madre a atender la verdulería y el kiosco familiar”, explica. Además, le gusta que “acá te dan atención, los profesores te escuchan y todos pueden opinar con libertad en las decisiones”.

Cuando termine el bachillerato, ya tiene su futuro definido: “quiero ser el operador de la radio que vamos a armar acá”, asegura con la frente en alto.

El bachillerato popular Bartolina Sissa funciona en el barrio Malvinas, en 36 y 152, a pasos del barrio “Toba” (en rigor, de la comunidad Quom) desde hace tres años, de martes a viernes de 18 a 22 horas. Depende del Frente Popular Darío Santillán (FDS) que se ancla en el Centro Cultural Olga Vázquez. A fin de este año, egresará la primera promoción de sus estudiantes. Los profesores son 40 y hay 70 alumnos en tres niveles. Anabela es profesora de Literatura y explica que, aunque dan los mismos contenidos que la escuela tradicional -lengua, matemática, sociales y naturales-, lo dividen por áreas: “lenguajes y culturas”, donde están los contenidos de literatura, lengua, inglés y computación; “culturas”, que abarca todas las lenguas extranjeras que se hablan en el barrio: la lengua Quom, el guaraní (por contar con gran población de la comunidad paraguaya), el mocoví, y el castellano; “ambiente”, que contiene las asignaturas de historia, geografía y bienes comunes; “salud”, biología, físico-química, y psicología; y “comunicación”, una de las de mayor carga horaria, porque es la orientación específica de todo el bachillerato.

Los que concurren son jóvenes y adultos, a partir de los 17 años. “Conviven una población de adultos con más de 40 años con una de pibes, excluidos de lo que era el Polimodal, que terminaron 9º con 15 años y quedaron colgados del sistema. Un 70% de los estudiantes son esos pibes”, detalla Anabela, que entiende que “la educación para adultos siempre estuvo relegada. Y en los barrios nunca hubo. A partir de los ´90 tuvieron una oferta bastante precaria: se dieron en cursos a distancia, o dos años en uno. De educación popular no tienen nada y, además, de contenidos son muy pobres. No apuntan a una educación genuina”.

La experiencia del trabajo territorial que el FDS ya hacía en el barrio, desde varios años atrás, a través de “talleres de oficio, capacitaciones laborales, alfabetización en los barrios para desocupados, fue la antesala de lo que es ahora el bachillerato popular, porque esos talleres ya tenían la impronta de lo popular y de la horizontalidad”.

Hay dos espacios de organización del bachillerato: las asambleas entre docentes, que se realizan de manera semanal, y entre docentes y alumnos, que se hacen mensualmente, en donde “discutimos desde el régimen de inasistencias, o cuestiones edilicias, hasta cuestiones más coyunturales como puede ser la conmemoración del asesinato de Carlos Fuentealba”.

Este año, empezaron el ciclo lectivo como todas las escuelas, el 9 de marzo, “y los contenidos también son los mismos, no queremos ni precarizar la educación ni crear una isla. Lo que tienen es otra perspectiva, tratamos de practicar la horizontalidad, replicamos esas prácticas, todo lo decidimos en asamblea, a nivel burocrático, pedagógico, todo con los estudiantes”, subraya Anabela.

¿Cómo se financia el bachillerato? “Fue una discusión adentro: si salario sí o salario no. Nosotros nos reconocemos como trabajadores de la educación, y si bien hoy no estamos cobrando el salario estamos luchando por hacerlo. El ingreso va a ser el salario y no otra cosa”, aseguran desde este bachillerato popular. Mientras tanto, “no cobramos, construimos un aula nueva gracias a los albañiles del MTD y hacemos todo a pulmón, funcionando en los espacios que ya tenemos”.
EL GALPONERO. Hoy abre sus puertas para 20 estudiantes de entre 18 y 60 años que ya se inscribieron, aunque la convocatoria seguirá abierta a sumar gente durante todo abril. El Bachillerato Popular del Galpón de Tolosa es el segundo de la ciudad y comenzó a gestarse en junio. Cuenta con 23 profesores y su orientación es en Ciencias Naturales, Salud y Medio Ambiente.

Julieta es una de las coordinadoras y también profesora de Historia. Trabajó durante cuatro años en el Bachillerato Popular 19 de diciembre, que funciona en una fábrica recuperada en Villa Ballester.

Su experiencia, sumada al trabajo territorial que el Galpón de Tolosa ya venía realizando en los barrios colindantes El Mercadito y El Churrasco, fueron fundamentales a la hora del armado de esta oferta educativa alternativa.

Ana, por su parte, se acercó porque “tenía ganas de participar en un proyecto de educación, porque de tanto escuchar el discurso de la delincuencia y bajar la edad de las penas, entendí que esas cosas se curan con educación. Ese pensamiento me movilizó a buscar un proyecto que trabaje en ese sentido: lo encontré acá”.

Para las docentes las personas que eligen cursar en el bachillerato lo hacen por múltiples factores: “el tema de los horarios, que es nocturno, de 16 a 20 horas, que se cursa de lunes a jueves con un día hábil libre, la flexibilidad de poder hacer algún otro trabajo en otro lugar. El único requisito es tener la primaria hecha”.

La diferencia primordial, entienden, está en considerar al estudiante como un sujeto educativo activo. Por eso mismo, este bachillerato aún no cuenta siquiera con un nombre. “Lo vamos a decidir entre todos, en asamblea, eso como todas las situaciones que vayan surgiendo a lo largo del año, que van a ser decididas entre estudiantes y profesores, con un rol activo todos. El estudiante no es un recipiente vacío al que hay que llenar de conocimiento, valoramos el conocimiento con el que vienen, y que muchas veces no es valorado ni siquiera por ellos mismos. También hay un trabajo de valorización de otros conocimientos. Es un espacio que no está en otras instituciones”.

Tanto Ana como Julieta piensan que la modalidad del bachillerato popular es un quiebre en el sistema educativo, y su reconocimiento es una conquista importantísima. “Se trabaja con población en riesgo educativo, con los que no podían terminar la secundaria tradicional por motivos laborales, de repitencia, o familiares. En esas aulas, hoy, no es dicotómico pensar a la educación formal y a la popular a la vez”. Pero el valor más distintivo de estos bachilleratos, entienden, es el compromiso que conlleva su práctica. “Los bachilleratos comunes tienen problemas con los profesores, que en general consiguen mejores horas y los dejan, o directamente no dan clases. En las instituciones no tradicionales, en cambio, se valora mucho que los docentes están comprometidos con la causa y pretenden un seguimiento, manteniéndolo de manera autogestionada”.


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